domingo, 21 de abril de 2013

PG Wodehouse - Love among the chickens



Sir Pelham Grenville Wodehouse, más conocido por PG Wodehouse, fue un autor inglés de vida muy larga (1881-1975). Hasta los 30 llevó una existencia inusual, o al menos heterodoxa; nada que hiciera pensar que algún día sería una gloria de las letras británicas. Una gloria un poco golfa, porque desde muy pequeñito se manifestó irremediablemente escorado hacia el más peligroso de todos los sentidos: el del humor. De hecho, el 'motto' que eligió para uno de sus más famosos personajes recurrentes, el enternecedor Stanley Featherstoneough Ukridge, basado según las peores lenguas (las de sus amigos) en su propia personalidad, se le podría aplicar sin apenas faltar a la verdad: 'Pobre, Vago y Optimista'.

No pretendo escribir una biografía de Wodehouse. Para una urgencia, la de Wikipedia está bien (http://es.wikipedia.org/wiki/P._G._Wodehouse; mejor la que está en inglés), y si ya queréis profundizar encontraréis docenas en Amazon. Este preámbulo es sólo para exponer que hasta 1906 había escrito muy poquito y en plan vicio oculto, a deshoras, robando tiempo al sueño y los fines de semana. En 1906, con 25 recién cumplidos, le publicaron su primera novela de una cierta extensión, 'Love among the chickens' (en España, 'Amor y Gallinas'). Desde ahí dejó de ser un aficionado con escasas esperanzas, para volverse un profesional de futuro discutible pero que al menos podía pagarse las facturas de lo que sacaba con la Underwood (tres años después pegó un discreto braguetazo que acabó de resolverle la intendencia, pero esa es otra historia). Wodehouse escribió casi hasta su muerte, y siempre con éxito. Sus novelas, sin apenas excepción, son impecables máquinas de hacer reír, sobre todo en su tiempo, cuando las fuentes externas de la sonrisa y la carcajada no despreciaban al humilde papel impreso. Ya sé que hoy lo habría tenido difícil frente a genios del calibre de Chiquito de la Calzada, pero hablamos de una época donde la humanidad aún no se había vuelto imbécil; al menos, a la hora de sonreír.

El precio que pagaba Wodehouse por sus perfectos artefactos era privarles de toda emoción. Te mondabas de risa, pero no te enternecías (ojo: creo haber leído todos los libros que publicó, gracias, supongo, a comenzar muy prontito, a eso de los 11 años); en 'Amor y Gallinas', sin embargo, aún no dominaba esa implacable maestría, de modo que a cambio de reírte un poquito menos sí te podías emocionar, tanto si eras un niño de 11 años como uno de 65 que la relee para desintoxicar. 'Amor y Gallinas' es una obra casi única en la producción de Wodehouse, pues ante todo es una historia de amor. Un amor muy enternecedor, el de un joven escritor con una sola obra publicada (de poco éxito) y una misteriosa e inaccesible beldad irlandesa que veranea, como él, en un delicioso pueblecito del Devonshire que, si hay suerte, este verano volveré a visitar, en la búsqueda imposible de mis fantasmas privados.

La trama es sencilla, se desarrolla sin sobresaltos y acaba en boda insinuada, como no podía ser de otro modo en los tiempos que corrían (hacia el final de la primera belle époque, hace nada menos que 107 años), aunque por en medio Wodehouse desliza su alter ego literario, el bendito Ukridge, que fiel a su 'motto' es el que corre con el trabajo de arrancarnos las carcajadas.

'Amor y Gallinas', en general, es una obra capaz de hacer soñar a todo aquel que aún no disfrute un cerebro debidamente anquilosado. Sí aún sufrís el deplorable vicio de soñar con los ojos abiertos haréis bien si corréis a buscarla (está disponible para Kindle). Si no es así, si ya sóis venerables y solemnes caballeros a salvo por completo de retroceder mentalmente, siquiera unos minutos, a los deplorables tiempos adolescentes, ni os molestéis.

Aunque sería una pena.  

Portada de la primera
edición española

Portada de una de las primeras
ediciones británicas




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